Nada es privado

/ 23 de Agosto de 2019
Roger Sepúlveda,
Rector de la Universidad Santo Tomás
Región del Biobío

Comenzaré por indicar que rescaté el nombre de esta columna desde un documental de Netflix, The Great Hack, en su título original, que muestra una arista bastante siniestra de lo que son las redes sociales (rrss) y la disciplina del Big Data. En la cinta, se afirma que Facebook estuvo involucrada en una estrategia de acumulación de datos personales para construir perfiles psicológicos y detectar ciudadanos “vulnerables”, a los que luego se les bombardeó con noticias falsas, las famosas fake news, con el fin de influir en su votación en las elecciones de EE.UU. de 2016, donde Donald Trump resultó electo presidente.
Desde la llegada de Internet a nuestras vidas, vimos superada nuestra capacidad de asombro por sus amplias potencialidades; el mundo se hizo más pequeño, las comunicaciones más accesibles y se tuvo acceso sin límites a cuanta información pudiésemos digerir. En la última década esto se potenció con la integración de contenido multimedia, el streaming y la masificación de la telefonía móvil. Esto último es particularmente importante pues hoy podemos hacer prácticamente todo desde nuestros dispositivos.
Sin embargo, llama la atención la alta penetración que han tenido las redes sociales. Y cómo no, si en el mundo existen 3.484 millones de usuarios activos, es decir, un 45 % de la población mundial interactúa con su entorno a través de estas plataformas. De ellos, 3.256 millones acceden a las “rrss” por medio de sus dispositivos móviles, ergo un 42 % de la población mundial usa estos aparatos, fundamentalmente, para interactuar en sus cuentas de Facebook, Youtube e Instagram. Asimismo, en cuanto a mensajería, WhatsApp tiene su reinado con la “friolera” de 1.500 millones de usuarios.
Así, cada vez que interactuamos a través de las redes sociales, dejamos un rastro que es observado y registrado por diversos sistemas de inteligencia artificial que nos relacionan con otros individuos, y almacenan nuestros gustos, preferencias e intereses, así como la información que inocentemente ponemos en nuestros perfiles.
A la larga, y gracias a esa información, las plataformas nos conocen prácticamente mejor que nosotros mismos. Tanto es así que nos recuerdan a quienes debemos saludar y cuando hemos pensado, por ejemplo, en un viaje, nos presentan publicidad con ofertas turísticas precisamente de los lugares donde hemos comentado o “pensado” ir.
Es evidente que nadie quiere perderse el atractivo que tienen estos medios; por ello, es importante tomar algunos resguardos básicos, tales como utilizar las opciones de privacidad de las propias aplicaciones, no exponer la ubicación, evitar aplicaciones que solicitan acceso a nuestros datos (como los contactos) y, aunque nunca lo hacemos, siempre es recomendable leer los términos y condiciones de los servicios. Pero por sobre todas las cosas debemos seguir aquellos consejos que nos daban nuestros padres y abuelos antes de que existiera Internet: “no revelar información privada, y no creer todo lo que se publica”.

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