Siguiendo el legado de excelencia de su padre, este joven constructor civil ha contribuido a renovar la cara de la ciudad con edificios de departamentos únicos en el sur de Chile.
Pablo Bravo Erazo se crió entre planos, fierros y concreto colaborando junto a su padre, Claudio Bravo Barrios, en el levantamiento de obras inmobiliarias. A los 24 años, ya titulado como constructor civil, tuvo a su cargo su primer edificio y, a los 31, debió enfrentar el repentino fallecimiento de su progenitor. De ahí en adelante, en honor a él, se fijó un sólo objetivo: no ser el más grande, sino el mejor.
“Trabajo para que el Gran Concepción esté a la vanguardia, combinando armónicamente calidad, tecnología y diseño. Es la segunda ciudad más importante de Chile, y su competitividad también depende de ofrecer una infraestructura habitacional capaz de satisfacer al cliente más exigente”, sentencia.
Esa cualidad visionaria hace que a este empresario, de apenas 35 años, muchos lo llamen “el mito urbano”, y que las innovaciones que aplica a sus proyectos terminen homologadas por otras firmas hasta volverse un estándar del rubro.
Ejemplos hay muchos. Pablo Bravo fue el primero en incorporar luces LED en los proyectos inmobiliarios de la zona, y ventanas de termopanel con tres sistemas de apertura. Su último acierto fue el doble laminado acústico, cuyo aislamiento permite disfrutar del silencio frente a una avenida de alto tráfico en horas peak.
Estado del arte
Hoy nadie duda que Pablo Bravo ha llevado el mercado inmobiliario a un nivel superlativo. Una obra suya en la Quinta Junge tuvo el récord de albergar el departamento de mayor envergadura del sur de Chile, con 720 m2, el que incluye cinco suites, seis baños y hasta un pottergate, para jugar golf.
Cada uno de los proyectos que lidera busca ser un “estado del arte”; es decir, el reflejo del más alto estándar ingenieril y arquitectónico de su época. Así, edificios como Mirador Plaza o San Ignacio jamás quedarán obsoletos, tal como ocurre con los autos clásicos.
“Bravo es calidad, porque me esfuerzo en hacer las cosas bien y trabajar con los mejores materiales disponibles. Eso le da seguridad al cliente y disminuye al mínimo la postventa. Por lo tanto, la calidad se vuelve sinónimo de garantía”, concluye el empresario.
Sueños a escala
Pablo Bravo es un emprendedor incansable. Por eso, tras conquistar lo más ato del mercado inmobiliario, ahora va en búsqueda de quienes sueñan con adquirir una obra suya, pero cuentan con un presupuesto acotado.
Con alternativas de menos metraje, pero con la misma calidad y prestaciones, nace Jardines de Villuco, en Chiguayante. Una inversión de US$ 16 millones que, en 2020, se traducirá en departamentos de 145 y 195 m2, además de dúplex de 300 m2.
Mirada internacional
Desde niño, Pablo Bravo ha mostrado una personalidad voluntariosa, apasionada, polifuncional y perfeccionista. No sólo aprendió tempranamente a tocar saxofón y guitarra, sino que además destacó como excelente deportista en su etapa escolar y de educación superior. De hecho, a los 19 años fue seleccionado nacional de rugby, y luego le ofrecieron ser jugador profesional de fútbol en Australia.
Esa formación integral, unida a su permanente búsqueda por superarse y preocuparse de cada detalle, desde el diseño, la elección de materiales y la construcción, hasta la venta y la postventa, lo mantiene viajando permanentemente entre Estados Unidos y Chile.
Su familia vive en Concepción, pero él va al menos tres veces al año a California. Allí, junto a su hermano Claudio, construye mansiones y condominios de lujo en lugares tan exclusivos como Rancho Mirage. En esa ciudad, reconocida por sus campos de golf y resorts, además de albergar las residencias de expresidentes, como Barack Obama, George Bush padre (ya fallecido) y Gerald Ford, hoy levanta un proyecto con casas de lujo desde los 2,1 millones de dólares.