Pensamiento estratégico

/ 20 de Julio de 2018
Francisco Flores Ingeniero Comercial por la Universidad de Concepción y Magíster en Comportamiento del Consumidor por la Universidad Adolfo Ibáñez.

En una regata, el viento sopla igual para todas las tripulaciones, lo mismo sucede con el movimiento del agua, pero no todos interpretan estas variables de la misma forma. La diferencia la hace la estrategia del líder, quien decidirá según la lectura que realice de las señales del entorno. 

Diariamente, desde las grandes hasta las micro empresas, e incluso en el ámbito personal, debemos interpretar variables para la toma de decisiones estratégicas. Eso implica el desarrollo de una habilidad directiva necesaria para la gestión de empresas, que suena a algo de altísimo nivel (que lo es), pero que puede llevarse amigablemente si se tienen claros sus principales vectores. 

La estrategia responde a los “qué” de las empresas. Lo primero es dilucidar  en qué negocio estamos. Parece una simple pregunta, pero tiene una profundidad mayor. Si usted quiere montar un emprendimiento, o ya tiene uno, hágase varias veces esta pregunta, y luego haga lo mismo con sus socios. Encontrará respuestas diferentes. Si quiere instalar un restaurante, las respuestas serán: en el negocio del entretenimiento, en el de la comida, en el del servicio, entre varios otros. Definir el negocio en el que estamos implicará la categoría en la que se competirá, con variables, cuya interpretación será relevante en las etapas que la suceden. 

Quienes hayan estudiado temas de estrategia conocen la sigla FODA, que resume en máxima simplicidad fortalezas, oportunidades, debilidades y amenazas. El FODA es el análisis de los entornos internos y externos de la empresa. Los primeros son las debilidades y fortalezas internas. A diferencia de las externas, que son amenazas y oportunidades que están o no afuera. Lo cambiante de los entornos internos y externos hace que este análisis sea de un dinamismo vertiginoso y obliga a estar alerta. El cambio de una variable puede rediseñar el mapa estratégico y, por ende, el plan de acción. Miremos lo que sucedió con UBER, que generó un nuevo competidor para los taxis, nuevos precios, disponibilidad y nuevas oportunidades laborales; o lo que significa para el comercio la llegada de inmigrantes. No nos daremos cuenta cuando las góndolas de los supermercados empiecen a incluir nuevas ofertas gastronómicas, entre otros cambios. Quienes detecten antes esta oportunidad, ganarán posición en un entorno que se mostraba igual para todos.

El pensamiento estratégico tiene una bajada en cada unidad de una empresa, las que “conversarán” con la estrategia corporativa. Ese proceso debe ser liderado por quienes posean dicha competencia que, independiente del área de la empresa, de su tamaño o del sector donde se desarrolla la competencia, se puede trabajar y entrenar. 

Para ello los invito a elevarse a cinco mil metros de altura y mirar su empresa, sus recursos, su entorno, para visualizar el futuro y definir dónde queremos estar en un tiempo más. Luego, bajar nuevamente a la operación y accionar los planes que conduzcan al objetivo. Recuerde que como en una regata, las variables del FODA son las mismas para todos, pero no todos visualizan las oportunidades, al igual que las debilidades, amenazas y fortalezas. Ésa es la diferencia entre un buen estratega y uno que no lo es tanto, o entre el éxito de un plan o el fracaso del mismo.

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