Recientemente, la Comisión Nacional de Productividad (CNP) realizó una gira por varias regiones de Chile en busca de opiniones y miradas respecto de qué tan acordes eran los currículos de la educación técnica. El objetivo era conocer de primera fuente, de boca de los propios empresarios de los distintos sectores productivos, si lo enseñado en las aulas respondía a lo requerido por el mundo del trabajo.
Concepción fue una de las ciudades elegidas, y la Cámara de la Producción y del Comercio de Concepción, el gremio convocante para que la industria local y la academia entregaran sus reflexiones en torno a la realidad regional. Estas recomendaciones serán incluidas en el informe: Estrategia y Plan de Acción para el Desarrollo de Competencias y Habilidades en el Mundo del Trabajo, un documento emanado de la Presidenta Bachelet, que se publicará en enero de 2018.
El informe preliminar establece, entre otros aspectos, que en Chile se entregan cerca de cinco mil títulos técnicos cada año, y que muchos de los contenidos son tan disímiles entre las distintas instituciones de educación que es imperativo homologar los planes de estudio, de modo que se unifiquen criterios respecto de la calificación de los nuevos técnicos.
El mundo cambia de manera vertiginosa, y las aristas de la innovación son tantas que requieren de profesionales capaces de responder también a ellas como parte de sus competencias básicas. Así, la labor que hace 30 o 40 años requería de un trabajador experto en la operatividad de su tarea, hoy puede ser un elemento que le juegue en contra.
Los distintos sectores productivos locales y la CNP coincidieron en que existe una falta de motivación en torno a quienes ingresan a la educación superior técnica. Una situación que no sólo tiene que ver con la mayor o menor pertinencia de los programas de estudio, sino que también involucra las inquietudes de los propios estudiantes.
Este último punto es fundamental y prioritario, pues es urgente que -como sociedad- seamos capaces de despertar en las nuevas generaciones una mayor capacidad de adaptación y aprendizaje, que la educación sea vista como un vehículo para el desarrollo personal y comunitario, y de ese modo, sea significativo; es decir, que considere el acceso al aula como una oportunidad de cambio y mejora constante.
Hoy, nuestro país ha triplicado el acceso a la educación superior; sin embargo, la empleabilidad de los egresados debiera ser abordada con la misma importancia que el ingreso a ella. Para lograrlo, el país necesita fortalecer el vínculo entre el sector productivo y la academia con el fin de fortalecer la cadena.
Según ha planteado el director ejecutivo de la CNP, Joseph Ramos, “en Chile tenemos múltiples piezas en el sistema de técnico-profesional, pero los sistemas no conversan entre sí, están desvinculados del sector productivo. Es necesario fortalecer todo el sistema y ordenarlo”. Ése es, entonces, nuestro desafío: relacionarnos, y conversar para mejorar y crecer.