Prisioneros del amor

/ 20 de Abril de 2007

Ilustración
Ya sea por celos, inseguridad o temor a perder al otro, en las relaciones siempre hay uno que controla. Lo importante es identificar cuando esta situación traspasa la barrera de lo normal y uno de los convivientes pasa a ser literalmente el carcelero de su pareja.

Raquel lo tenía todo para ser feliz. Bonita, joven, profesional, exitosa. Así se sentía y lo demostraba. Conoció a Pablo en el cumpleaños de su mejor amiga. “Fue amor a primera vista”, confiesa. Pololearon 4 años y se casaron. Hoy están separados y en la década que duró la relación, la vida de Raquel cambió radicalmente. Sin darse cuenta, cayó en el juego de dominación y control que su pareja ejerció sobre ella desde un comienzo. Primero con sutiles recomendaciones como “cámbiate esa blusa que está muy escotada” o “no te juntes con esa amiga que no me cae bien”, hasta encontrarse en los últimos años del matrimonio aislada de sus familiares, amigos y sin un peso en la cartera. Durante 10 años, todo en su vida se ajustó a las decisiones de su marido.
Lo que ocurrió con Raquel es un fenómeno cada vez más frecuente en nuestra sociedad y en el mundo. Sucede cuando la distribución del poder y la influencia en la relación de pareja se polariza en uno de los miembros. Varios factores lo facilitan y les pasa a ricos y famosos y a personas comunes y corrientes.
Katie Holmes, la actriz estadounidense casada con Tom Cruise, vivió los peores años de su vida junto al actor. La revista US Weekly golpeó a la farándula mundial cuando publicó que la chica de la serie de televisión Dowson’s Creek admitía sentirse prisionera en la mansión que compartía con Cruise y su hija. Tom le tenía prohibido salir o recibir a sus familiares o amigos y la obligaba a practicar la Cientología, una pseudo religión que es seguida por muchas celebridades. Sólo podía ser visitada por Victoria Adams, ex Spice Girl y mujer de David Beckham.
La prensa amarilla siguió el caso hasta que la revista Life&Style confirmó que la actriz habría huido del lugar con su hija. “Ella huyó de casa. Katie tenía que separarse de Tom, porque vivía como si estuviera en una olla a presión, ella no aguantaba más”, citó la prensa en la nota.
En Chile, la separación de Marlen Olivari y Roberto Dueñas tiene entre las razones del quiebre el control que el marido-manager impuso en la vida-carrera de la showoman. Los contratos, las apariciones en programas de TV, incluso la visitas de su familia, eran visados por el opinólogo.
Y aunque parece más evidente cuando se trata de personajes ligados al espectáculo, lo cierto es que son miles los casos de anónimos hombres y mujeres que experimentan la angustia de una relación dominante que termina por ahogar a la pareja.
INSÓLITO CONTROL
Psicólogos expertos en terapia de pareja reconocen un aumento de consultas de pacientes que buscan ayuda para superar un estrés post traumático, ansiedad o depresión. Afirman que en la mayoría de los casos, el factor que originó la patología es la presencia de una pareja controladora.
El contexto de dominación y control en la pareja es una dinámica incipiente de violencia, ya que vulnera la libertad del otro. Los pacientes revelan insólitas descripciones, desde la más sutil forma de dominación, como es el control en la forma de vestir del otro, hasta casos de privación de las libertades y abierta vigilancia. “He tenido pacientes en que la pareja que ejercía el control revisa las llamadas del celular, el correo electrónico a través del outlook del computador y hasta la lista de contactos del MSN del otro”, afirma Luis González, psicólogo clínico y terapeuta familiar.
El testimonio más extremo que tuvo en su consulta reveló cierta planificación en la conducta dominante. “Un paciente contó en terapia que su pareja había instalado micrófonos en el techo, el dormitorio, baños y en los teléfonos de su casa, para asegurarse de que se cumplían todas sus restricciones”, afirma. Pero aunque este pareciera ser un caso extremo de control sobre las acciones del otro, la imaginación de estos sujetos para lograr obediencia adquiere ribetes que rayan en la morbosidad. Maruzella Valdivia, psicóloga clínica y experta en temas de género, relata que una vez llegó a su consulta una mujer con síntomas de una severa depresión. Durante la terapia se atrevió a confesar que su pareja, llegaba al extremo de oler su ropa interior cuando llegaba del trabajo para detectar si había tenido relaciones sexuales en su ausencia, con lo que definitivamente había terminado por anularla como persona.
Pero ¿por qué dominar a la pareja? o al revés ¿cómo alguien puede dejarse dominar hasta ese extremo? Los psicólogos concuerdan que en las relaciones afectivas se crea una dinámica que hace que afloren ciertos comportamientos y necesidades que no siempre están presentes en las personas como una característica de su personalidad. Es decir, se trata de sujetos (hombres o mujeres) que no son controladores, violentos ni dominadores en otros ámbitos de la vida, pero que esta necesidad les nace en las relaciones de pareja por inseguridad, temor a perder al otro o porque el individuo lo asume como la única manera de relacionarse.
EL LENGUAJE DEL CONTROL
La dominación en la pareja existe porque hay un vínculo afectivo entre las personas. A este vínculo se le conoce como amor. Sin el amor no se entiende que estas relaciones, a veces tan disfuncionales, se mantengan en el tiempo. Esta dinámica se relaciona con la frase “ni contigo ni sin ti”. Es decir, en la relación están implicadas dos personas que juntas no están bien, pero no lograr desligarse el uno del otro, porque los une un factor emocional: el amor.
“Te controlo, porque te amo”; “si me amas no te juntarás con tus amigos que son una mala influencia para ti” y “no salgas, porque me preocupo”, son las típicas frases que plantean explícitamente los controladores, quienes usan el amor como una excusa para legitimar el control.
Los especialistas sostienen que en estos casos, las personas deben preguntarse cuál es el amor que desean en sus vidas: ¿uno que es control, que es pérdida de libertad, que hipoteca el valor individual en función de lo que el otro dice que es el amor?. También es útil preguntarse por la validez personal. Si por el temor de perder al otro en la relación se pone en riesgo la libertad de la persona, es síntoma de que algo no está bien. De hecho, las posibilidades de que la relación subsista en el tiempo son muy bajas. “Aceptar la dominación y el control es una forma de boicotear la relación. Porque las relaciones se construyen sobre el valor personal de los dos y sobre el espacio individual de cada uno”, afirma Luis González.
AMOR VIOLENTO
Lo que la ex de Cruise y Raquel tienen en común es el tipo de relación que construyeron con sus parejas. Este fenómeno se conoce en Psicología como “complementariedad rígida”. Se habla de complementariedad, porque dos personas que “se aman” establecen un acuerdo tácito de influirse mutuamente, de acompañarse. Se trata de un control flexible y que es imposible evitar, ya que de lo contrario, no se podría vivir en pareja.
El problema es que en algunas relaciones esto se rigidiza. “Puede ser muy sutil o en un contexto de violencia, ya que un miembro de la pareja ejerce su poder limitando al otro, impidiéndole salir, controlando sus vínculos con otras personas y coartándole la vida”, aclara Félix Cova, PhD en Psicología.
Factores individuales y colectivos (de la pareja) facilitarían el desarrollo de este tipo de relación. En primer lugar, está el contexto social. El machismo presente en sociedades como la nuestra fomenta una “cosificación” de la mujer; es decir, se la ve como un objeto. Otro elemento es el aprendizaje del individuo. En el caso del controlado si siempre ha visto o vivido relaciones de pareja en que es “normal” ese tipo de interacción, es probable que las acepte.Un tercer agente es la vulnerabilidad personal. La inseguridad y baja autoestima se traduce en la necesidad de proyectarse a través del otro o sentir que la propia identidad depende de lo que uno es en función del otro. Por eso se tiende a aceptar un rol sumiso, dependiente y controlado en la interacción.
Finalmente, es la propia dinámica de la pareja la que convierte el control en un escenario tan importante que tienden a aislarse. La red de amigos, familiares, trabajo, en definitiva “los otros” que juegan un rol regulador en las parejas, se elimina. Esta situación es provocada por quien tiene el control, precisamente para tener más posibilidades de ejercerlo.
TEXTO: MURIELLE GONZALEZ

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