Proyectos de la imaginación

/ 17 de Mayo de 2008

En nuestras ciudades hay edificios abandonados o a medio construir y también espacios cuyo uso cotidiano queda en el olvido, sin embargo representan un patrimonio arquitectónico y social digno de rescatar. Es por eso que arquitectos de Concepción, Temuco, Valdivia y Chiloé aceptaron nuestra invitación de utilizar sus conocimientos para crear un proyecto de restauración o reciclaje para ellos. El desafío fue presentar una oportunidad para que estas obras, de la mano de la imaginación, vuelvan a la vida. Quizás, estas ideas puedan ser consideradas para que efectivamente el paso del tiempo no sea su fin, sino el principio de su futuro.

Un “lolódromo” para Concepción

A Leonardo Seguel, docente de la Universidad del Bío Bío y Presidente del Colegio de Arquitectos Regional Concepción, le interesa rescatar lo que él define como patrimonio intangible de las ciudades. El concepto apunta a la esencia, la atmósfera y el uso que tienen ciertos lugares. Una riqueza acuñada por la cotidianeidad, pero que el paso del tiempo se encarga de dejar en el olvido.
Por ello este arquitecto decidió proyectar la restitución de un lugar que marcó un hito en la década de los ’70 y que hoy es el vestigio de un rito urbano conocido en la época como el “lolódromo” del centro de Concepción.
Cuando a fines de los ’60, la juventud europea y norteamericana se reveló contra las estructuras del sistema tradicional establecido, adoptó desenfadadas maneras de vestir y elevó banderas de ideales como la igualdad social y la lucha por la paz, surgieron en todo el mundo ecos de este espíritu. En Concepción, la juventud se “tomó” la vereda de Calle O’Higgins, frente a la Plaza Independencia, y la convirtió en su lugar de reunión para la conversación e intercambio de ideas, libros, música, etc. De paso, llenó de vitalidad, colorido y alegría esa parte de la ciudad.
Pero a principios de los años ’70, por ciertos cambios urbanos como el estacionamiento de los vehículos, este rito urbano se desvaneció hasta extinguirse. “Hoy sólo quedan vestigios de este escenario, el que debiera restituirse como un patrimonio cultural intangible de la memoria colectiva para que devuelva el alma a la alicaída vida cotidiana penquista”, explica el arquitecto.
Propone articular el circuito cultural constituido por la presencia del Teatro Concepción, los cafés y las galerías de arte colindantes consolidando una “trama intangible” que otorgue carácter e identidad a este sector.
En su intervención, instala una marquesina metálica acristalada que protege la conversación y el encuentro ciudadano y refuerza el uso del espacio público con mesas de los cafés. Además, restituye la forma diagonal de estacionar para reforzar el espacio que se crea entre los autos para promover el encuentro informal.

Marsano turístico

Construido en 1904, el edificio Marsano fue un lujoso hotel y el más elegante de La Araucanía.
Su arquitectura responde a los principios Haussmanianos parisinos. De ahí deriva la aguda punta de diamante que configura la esquina de las calles Barros Arana y Aníbal Pinto, las que son bifurcadas de manera agudísima por una gran cuña urbana que moldea el espacio calle a la manera de las grandes avenidas de París.
Hoy, el edificio carece de unidad funcional. El segundo piso es hospedaje y en el primer nivel conviven diversos locales comerciales y de abarrotes. De ahí que en Equipo Jaspard Arquitectos decidieron aplicar un proyecto de reciclaje basado en una re-funcionalización del uso del edificio Marsano. Henri Jaspard, explica que la idea es crear un centro gastronómico, turístico y artístico con salas de exposición y ventas de artesanía y que ofrezca una nueva alternativa para la vida bohemia de Temuco, asociada a un sector de gran atractivo como es la Feria Pinto y el Barrio Estación.
La propuesta vacía el interior y conserva la cáscara del edificio y valores patrimoniales arquitectónicos. Se realzan las fachadas en punta de diamante y recupera los detalles escultóricos en frisos, cúpula, arcos, cornisas y molduras en general. La estructura interior de paredes y entrepiso se reemplaza por una nueva estructura de acero, flexible y liviana, que permite el desarrollo de la nueva actividad de manera integrada.
El proyecto genera una micro-plaza interior en torno a la que se vuelca una gran fluidez espacial y construye marquesinas vidriadas hacia Barros Arana y Aníbal Pinto. Además, crea un tercer piso, estructuralmente independiente de la antigua albañilería y la envuelve en una piel transparente de cristal que proyecta la luz desde la plaza interna. El contraste entre la fachada patrimonial e histórica, maciza, robusta y potente, con una nueva segunda piel interna, transparente, liviana, luminosa y flexible, conjuga dos épocas, entre las cuales la luz es el factor integrador.

Museo de la Música en Frutillar

Cerca de la Ruta 5, en Frutillar Alto, existe una obra inconclusa. Es una edificación moderna de hormigón armado a la vista, con forma de caracol, con una gran chimenea al centro y ventanas corbusianas que buscan el paisaje y el volcán Osorno. Sin embargo, en la década de los ‘70, sin que hasta ahora se conozca la razón, se dejó de construir. Años después, la construcción de la carretera de doble vía dejó esta ruina convertida en una isla vegetal circundada por la carretera y las calles de servicio.
Edward Rojas, arquitecto radicado en Chiloé, interesado en la particular estructura y situación en que esta obra se encuentra, decidió convertir esta isla en un Parque Urbano para los habitantes de Frutillar y los turistas de paso. Su idea es que existan paseos, lagunas y juegos. Además, que tenga como alma y corazón un Museo de la Música y un Centro Cultural construido a partir de la ruina, que traiga a este nuevo escenario junto a la carretera y a la parte alta de Frutillar la rica actividad cultural que desarrolla el Teatro del Lago y la Escuela de la Cultura y de las Artes Casa Richter en Frutillar Bajo. Su propuesta es que este centro sea también un promotor de lo que sucede en el borde del Lago Llanquihue.
La intervención es muy simple. Mantiene al máximo la expresión de los muros de la ruina al encerrar ésta con una caja -galería de cristal que mira el volcán- que sigue la curva del caracol y que está construida con troncos de arrayán entre los que se alojan los cristales que permiten ver la ruina al mismo tiempo que aloja el pórtico de acceso y el servicio. La galería tiene un techo con una cubierta de cobre que completa el proyecto, exaltando sus atributos formales, espaciales y estéticos.
Así, la casa ruina sigue siendo una ruina que deriva en un Museo de la Música con sus ventanas corbusianas que sirven para la exhibición de instrumentos, alojando en el segundo piso un auditórium taller para clases y conciertos y entendiéndose con su espacialidad y actividad hacia la vida exterior del Parque que se imagina.

Valdivia en tránsito

La estación de ferrocarriles fue un hito importante para la imagen del barrio y de la ciudad de Valdivia. Está ubicada en un terreno de 11,6 hectáreas, sin embargo hoy se encuentra en total abandono y su estructura está altamente deteriorada. Andrea Schweikart y Marta Scheu, arquitectas de la oficina Espacio Sur, explica que hay un sinnúmero de recuerdos asociados a la ex estación de trenes de Valdivia, que dejan a toda la sociedad local vinculada históricamente a estas instalaciones en ruinas.
Su propuesta no es la restauración del diseño arquitectónico de lo existente, ya que el edificio en sí no tiene valor patrimonial arquitectónico. En cambio, su riqueza está en su valor histórico – cultural y por la memoria colectiva que encierra y que en la actualidad reaparece románticamente en cada verano con “el valdiviano” que rememora nostálgicamente su pasado.
El espacio donde se emplaza la estación es hoy un punto neurálgico de conectividad y una posible puerta de entrada a la ciudad. “La estación se encuentra entre potentes ejes visuales de la ciudad, lo que lo deja al resguardo de la espectacularidad y la transforma en un hito urbano en sí mismo. Ello nos obliga a pensar en que toda intervención sobre su suelo debe obedecer a la destinación que tiene el lugar, de modo que toda propuesta sea coherente a su destino urbano”, reconoce la arquitecta.
Su proyecto considera que Valdivia es una ciudad que se abastece de pueblos cercanos, lo que promueve un trueque de productos y servicios. Su propuesta urde lo nuevo y lo antiguo restaurado, ensamblando distintas luminosidades y texturas de materiales modernos y los propios del sur como la madera.
Su proyecto propone una orfebrería de las mezclas cuyo producto es un edificio “nodo”, en tres planos; el de la mezcla de lo nuevo y lo viejo, el de la torsión en su emplazamiento de modo que arme el encuentro que lo caracterice como “puerta de entrada a la ciudad” y el de la puerta en sí, que conecta al que llega y al que lo recibe mediante una “feria del trueque”.

O’Higgins 680, 4° piso, Oficina 401, Concepción, Región del Biobío, Chile.
Teléfono: (41) 2861577.

SÍGUENOS EN NUESTRAS REDES SOCIALES