¿Qué tenemos? ¿Qué deseamos?

/ 21 de Junio de 2013

Prof. Dr. Marcelo Contreras Hauser.
Dr. en Ciencias Políticas y Sociología.

El ámbito educativo es un océano sin orillas, complejo y profundo hasta el infinito. Por eso, desde mi primer día como profesional de la educación, tras haber finalizado mis estudios paralelos en tres Licenciaturas (Sociología, Filosofía y Ciencias Jurídicas y Sociales), me preocupé de enseñar sobre educación, iniciando mi largo periplo en dos materias que -entre otras- jamás he abandonado: Historia de las Instituciones Educativas y Sociología de la Educación. Así también, iniciaba un permanente homenaje a mi querida y admirada madre, Erika Hauser Ketterer, quien fuera profesora de Educación General Básica, una profesional de excepción, con vocación a toda prueba y más.
Hoy el consenso nacional al evaluar nuestra educación varía entre muy mala y pésima, con un progresivo declive hacia lo peor. La primera paradoja es: ¿Qué estamos enseñando o pretendiendo enseñar? y la segunda: ¿Quiénes enseñan? La fábrica Marmicoc de alumnos, profesores y alumnos-profesores, a la vez que profesores-alumnos, nos han ido dibujando una peligrosa jungla en que, sin caminos trazados con legitimidad, a cualquiera se le permite enseñar, a la vez que cumpliendo mínimos requisitos a cualquiera se le permite aprender. Hemos ido dando muerte a nuestras joyas más preciadas en la materia, me refiero a los profesores normalistas, ésos que dedicaban su proyecto vital serio, reflexivo y respetuoso hacia su alumnado. Hoy, todo es rapidez latente y manifiesta, pretendidos maestros que descansan en datashows, proyectoras y entrega de apuntes por Internet, sin mediar profundidad explicativa y fehacientemente ejemplificada. Es la era del conocimiento light.
Vivimos una educación despersonalizada, carente de afectos y significados precisos. Pensamiento holístico, generalidades, ausencia de lo “humano” en solemnidad o, lo que es lo mismo, educación sin humanidad. Ésa no nos sirve, dado que predica la antieducación.
Hace unas décadas, un fabuloso equipo de eruditos en el tema que nos sustrae, encabezado por Nicolás Abbagnano, reclamaba un mejor suelo nutricio para la educación en general y para los sistemas educativos en particular, haciéndonos reflexionar sobre la estructura y función de la Teoría de la Educación en un mundo globalizado e interconectado.
En esta modesta columna propongo un reconocimiento al sencillo, modesto por definición, humilde por convicción, profesor de aula. Sólo volviendo nuestra mirada hacia él, esta educación tan a mal traer puede encontrar un signo de esperanza. Nadie en profesión u oficio alguno es peor tratado que el profesor de aula, ése al cual tanto le debemos desde nuestras instancias básicas, hasta las universitarias y postgraduadas, pues sin la firmeza de sus lecciones y aprendizajes no hubiésemos podido hacer nuestros esos conocimientos. Nada supera la mentada sencillez. Cuando los actuales profesores conozcan y reconozcan a todos y cada uno de sus alumnos por su nombre y apellido lograremos dibujar una auténtica comunidad escolar, unida por anhelos y sueños que sostendrán el mejor futuro de la misma.

O’Higgins 680, 4° piso, Oficina 401, Concepción, Región del Biobío, Chile.
Teléfono: (41) 2861577.

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