San Pedro ¿De La Paz?

/ 18 de Mayo de 2007

La paz de San Pedro está en peligro y el alma sampedrina se pone en guardia. Conmoción, preocupación en grado creciente de molestia entre sus habitantes fundadores, relativamente antiguos y actuales.


Los mismos que han catapultado esta zona residencial a lo que es hoy, con su tesón y paciencia ante una serie de uno que otros déficit históricos no atendidos, y que ven como sus derechos adquiridos, constitucionalmente protegidos, transitan por un sendero progresivo de merma en su calidad de vida. Familias y vecinos que el día de ayer decidieron, eligieron, radicarse allí y no en otra parte, se sienten amenazados, parados en el umbral de una intimidad en proceso de vulneración.


Gravísimo, porque es violación de un derecho fundamental, humano, natural ¡Qué más preciado que la propia y la familiar intimidad! Es que allí tiene domicilio la felicidad, en ese invaluable “pudor íntimo”. Nada es más individual que la felicidad: sólo cada uno de nosotros sabe, en lo más recóndito y profundo de sí mismo si somos o no felices. Por eso no aceptamos nuestra felicidad amenazada o vulnerada. A estas alturas de los tiempos la autoridad – cualquiera que esta sea – se encuentra impedida por la propia evolución del derecho occidental en general y nacional en particular de transgredir la felicidad de cada una de las personas, habitantes, familias, vecinos, ciudadanos.


Ramsés II es el históricamente responsable de la mayor serie de obras y construcciones del ancestral mundo egipcio. A la sombra de las pirámides, esfinges, en el propio El Cairo y valles, la calidad de vida de sus habitantes en hacinada población es pésima, imposible peor. Ni el maravilloso légamo del Nilo ha podido con ello. Allá el Nilo, acá el Bío Bío.


El efecto Ramsés se ha extendido por el mundo en estas horas que todo deviene político, son muchos los que desean pasar a la historia de esta manera: sumando votos en algunos lugares; dictatorialmente o inconsultamente en otros.


Edificios y más edificios en un San Pedro que tiene serias limitaciones de alcantarillado, estado de calles, veredas, seguridad ciudadana y protección policial. La mantención del bienestar sampedrino dista en mucho de la marketinera, que se vende, publicita o negocia.


Construcciones y más construcciones. Antenas telefónicas. Torres en abrojo. Compras y ventas. Ventas y compras. Negocios y negociados. Eventualmente más gente, más votos. Aparente orden y progreso por doquier. Desorden real y desatendidas necesidades de la comunidad. Y, ¿de la dignidad y derechos de la población sampedrina qué hay?

TEXTO: Marcelo Contreras

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