Los mundos virtuales han existido siempre. Entornos inspirados o no en lo real han sido parte de la vida humana desde sus inicios. Con el correr del tiempo y de la mano de la imaginación, las personas han ampliado sus horizontes llegando a lugares increíbles, por ejemplo, a través de la literatura.
Aprender a través de lo virtual es, por tanto, una experiencia de exploración que trae múltiples beneficios, permite formular hipótesis y generar nuevos modelos mentales.
En el caso de los niños y niñas, ellos vivencian la realidad en un entorno natural mediante los juegos, donde simulan actividades y roles y, a la vez, interactúan y comparten objetivos. De la misma manera, los adultos adquieren nuevas técnicas probando, primero, en escenarios sin riesgos.
Experimentar es, sin duda, la mejor forma de adquirir conocimientos. Así lo explicó a principios del siglo pasado John Dewey, importante filósofo, pedagogo y psicólogo norteamericano, que contrastó sus principios educativos en la famosa escuela laboratorio de carácter experimental, en 1896.
De las bases de este académico estadounidense se derivan las primeras experiencias de simulación computacional en los años 40. También se anotan otras de mayor envergadura durante la Segunda Guerra Mundial, simulando una explosión nuclear, por ejemplo, en el proyecto Manhattan.
La incorporación de la tecnología marca el auge de los modelos de simulación. Hoy la realidad virtual ha sobrepasado lo que alguna vez vislumbramos, y es en la educación donde se han rescatado las mayores ventajas de este nuevo paradigma.
Experimentar en contextos cuidados es salirse de esquemas rígidos de enseñanza. Permite que el estudiante sea el protagonista de su aprendizaje y se prepare para lo que vivirá en el mundo laboral. Si bien sustituir la realidad no reemplaza la experiencia humana, en el área de la Salud, esta técnica pedagógica ha permitido explorar soluciones, generar nuevos modelos experienciales y aumentar la autoestima de los estudiantes, por nombrar algunos beneficios.
Centros de Simulación con tecnología de punta ya están instalados en la educación superior chilena. La Universidad Santo Tomás inauguró recientemente su centro en Concepción y en otras siete ciudades del país, con el propósito de fortalecer el proceso formativo de las carreras del área de la Salud y, a la vez, mejorar la confianza de los estudiantes, entregándoles herramientas para el éxito laboral.
Con este paso, se abren nuevas posibilidades para la enseñanza-aprendizaje, donde el error es considerado una oportunidad de mejora, privilegiando el desempeño en terreno. Bien lo afirmó la Organización Mundial de la Salud en el año 2010, cuando señaló que: “Así como existen bibliotecas, debe haber salas de simulación”.