Tuve una pesadilla atroz post terremoto. Soñé que turbas saqueaban las librerías de Concepción. Nada más que las librerías, como si hubiera venido una compulsiva oleada por leer cuanto texto se pusiera por delante. La prensa y la televisión mostraban personas de todos los estratos que se trenzaban a puñetazo limpio por un ejemplar de Don Quijote.
Un noticiero daba a conocer cómo un enjambre de señoras pirulas se tiraban del pelo para disputarse textos. Horrible, de verdad horrible, verlas pelearse por las obras completas de Shakespeare.
Por Dios, qué falta de cultura tironearse del cabello por un libro. Esos no son modales.
“Linda, perdona, pero yo lo vi primero. Te juro que en el colegio no lo leí, ni me lo pesqué”. Y se lo arrancó de un tirón de las manos.
Por su parte, los colegiales y universitarios gozaban como peces en el agua. Qué manera de atiborrar sus mochilas, cual si hubieran descubierto un filón de oro con Aristóteles, Heráclito, Demóstenes, Plinio, Cicerón, Séneca. Hubo una gresca descomunal por Platón. Quedaba sólo un ejemplar y un chico vociferaba frente a otros que pretendían arrebatárselo: “Mira gallo”, gritaba con cara de atormentado, “lo único que te pido es que me dejís leer cómo se preparaba este loco el café, nada más”.
Luego de obtenido un trofeo como La Divina Comedia o El lazarillo de Tormes y cualquier obra, no importaba cuál de Fray Luis de León, los pingüinos arrancaban en tropel, fascinados. “Compadre”, decía uno a quien quisiera oírlo. “Esta misma noche me despacho A la vida retirada, cachai que me tinca más que un carrete, me han dicho que es filete”.
“Dónde la viste viejo, yo me conseguí La vida es sueño. En clases me lo dormí entero. Tiene un efecto como volátil, como que te vai a otra dimensión, no sé si me entendís”.
No quedó ni un solo libro. Ni siquiera una de mis novelas o las del Tito Matamala. Se las llevaron todas, qué pesadilla. La noticia se expandió urbi et orbi. Los medios del mundo coincidieron en que los chilenos estaban hambrientos de cultura y que si bien el saqueo es siempre deplorable, habría ayuda internacional. Los altos organismos coincidieron plenamente. En pocos días llegaban containers y containers con libros de distintos confines del mundo y librerías tipo cafeterías, de esas modulares que se levantan con mucha rapidez. El Presidente Piñera y el Ministro de Cultura las inauguraron con gran alborozo. El Presidente, en su discurso, señaló que por ningún motivo justificaba un saqueo de textos, pero instó a los chilenos a leer desde niños.
Dijo que si se leía desde pequeño, se podía llegar a ser Presidente de la República y agradeció a sus padres por habérselo inculcado. Por su parte, un notero de CQC, que cubría la ceremonia, inquirió al ex Mandatario Ricardo Lagos también invitado, su parecer sobre las palabras del Presidente Piñera. Comentó con emoción que su madre, doña Ema, siempre le reprochaba que leyera vorazmente desde tan pequeño y que le decía: ”Ricardito, no lea tanto, mire que puede llegar a ser Presidente de la República y quizás yo no esté con usted para cuidarlo”.
Fue entonces cuando desperté del sueño. Lo primero que hice fue correr donde mi nieto Agustín, que a sus cortos dos años hojeó muy interesado un ejemplar ilustrado de La Ilíada para niños .Quizás algún día sea investido con la banda presidencial.