Tiempos violentos

/ 24 de Julio de 2023

Roger Sepúlveda Carrasco
Rector Universidad Santo Tomás
Región del Biobío.

Ojalá el título de esta columna se refiriera a la exitosa película homónima del director Quentin Tarantino -de 1994-, conocida por traer de regreso al baile al actor John Travolta. Pero, lamentablemente, en esta ocasión trata de reflejar la realidad del Chile en que vivimos. Tampoco es que me refiera a hechos puntuales recientes, sino que a toda una escalada de delincuencia, violencia y terrorismo que debemos sobrevivir a diario los habitantes de este país.

Me atrevería a decir que desde hace más de un lustro, Chile está enfrentado desafíos significativos en lo que respecta a la delincuencia y el terrorismo.

A medida que el país avanza hacia un futuro ciertamente incierto, se hace imperativo analizar y abordar estos problemas de manera efectiva y eficaz, pues no solo amenazan la seguridad ciudadana, sino que también socavan irreversiblemente la estabilidad y el progreso.

La empresa de estudios de mercado Ipsos dio a conocer durante junio un estudio que entre sus principales conclusiones indica que Chile ocupa el primer lugar en la percepción de incremento de la delincuencia durante el último año entre los 29 países participantes de la medición y que el 68% de los chilenos considera que ha aumentado la delincuencia en su barrio.

“Estos tiempos violentos deben terminar. El Estado chileno tiene que pasar -de una buena vez- de ser crónicamente reactivo y tardío, a ser eficaz y proactivo, pero de verdad. Ya sabemos que nadie trancó la puerta giratoria ni hizo que se les acabara la fiesta a la delincuencia, como se nos prometió, pues esta hoy campea con toda la estridencia que quiere. Esto responde a una decisión que es política, que no debe dejar espacio a dudas de que existe una voluntad real de recuperar la paz para nuestros ciudadanos honestos. Lamentablemente, vemos que ‘a política’ anda en otros temas y preocupaciones”.

Más allá de las estadísticas, hoy prácticamente no nos sorprendemos con los múltiples robos de autos cometidos por adolescentes armados, quienes no dudan en disparar a quien les niegue las llaves del vehículo, en los denominados “portonazos”, pero sí nos sorprende profundamente que cuando excepcionalmente son capturados, estos criminales sean liberados por los juzgados de Garantía casi con la misma rapidez con que son cometidas sus fechorías.

Lo mismo ocurre con “lanzazos”, “abordazos”, robos en lugares habitados, secuestros y una serie de “os” con que se denominan estos delitos que en cualquier país desarrollado significarían varios años en prisión, incluso para jóvenes que no cumplen su mayoría de edad.

Si bien lo anterior es mayormente frecuente en las ciudades, en el sur “rural” de Chile hay una escalada de terrorismo, muy probablemente disfrazada de reivindicación territorial, pero lamentablemente, la quema de iglesias, escuelas, cabañas, maquinaria e instalaciones industriales es, simplemente, terrorismo puro y duro, que afecta a familias, puestos de trabajo e inversiones. En muchos de los casos el daño es causado a los mismos que dicen beneficiar. La mayoría de los actos de esta naturaleza en el mundo dicen levantar “causas” que hacen parecer sus atentados como parte de una épica que puede ser religiosa, étnica, social o simplemente territorial y autonómica.

Estos tiempos violentos deben terminar. El Estado chileno tiene que pasar -de una buena vez- de ser crónicamente reactivo y tardío, a ser eficaz y proactivo, pero de verdad. Ya sabemos que nadie trancó la puerta giratoria ni hizo que se les acabara la fiesta a la delincuencia, como se nos prometió, pues esta hoy campea con toda la estridencia que quiere. Esto responde a una decisión que es política, que no debe dejar espacio a dudas de que existe una voluntad real de recuperar la paz para nuestros ciudadanos honestos. Lamentablemente, vemos que “la política” anda en otros temas y preocupaciones. Una lástima, pues seguro en este mismo momento que usted lee esta columna, un nuevo delito o crimen se está cometiendo en Chile, y a esta película, que ya parece función rotativa, nadie quiere asistir ni, menos, protagonizar.

 

O’Higgins 680, 4° piso, Oficina 401, Concepción, Región del Biobío, Chile.
Teléfono: (41) 2861577.

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