Tras el terremoto: ¿Cómo disminuir el sufrimiento emocional de los niños?

/ 25 de Marzo de 2010

Frente a una situación de tanta gravedad, como el reciente terremoto, es normal y esperable que los niños presenten alteraciones en su conducta. Los adultos deben recordar que sus propias acciones influirán en el modo en que los niños se adapten a estas nuevas situaciones y, por lo tanto, deben prepararse para ayudarlos.
Apego exagerado a sus adultos de confianza, miedo a estar solos y, por ejemplo, pedir al papá o la mamá que no vaya a trabajar son respuestas normales luego de este tipo de desastres naturales. También lo son el miedo a los extraños, a los “monstruos” y, en este caso, a las réplicas.
Asimismo, podrían presentar retraimiento, apatía, falta de ganas de jugar o, por el contrario, repetir juegos relacionados con su experiencia en el terremoto; dificultad para dormirse y el regreso a comportamientos anteriores, como mojar la cama o chuparse el dedo.
Otros niños reaccionarán con agresividad, con conductas de desafío, irritabilidad, dolores de cabeza, de estómago o molestias difíciles de localizar.
En época de colegio habrá algunos que tendrán dificultades para concentrarse u otros, simplemente, podrían negarse a ir por el miedo a que un “nuevo terremoto” los sorprenda lejos de su familia y de sus hogares.
Los padres deben conversar con sus hijos sobre lo ocurrido. Es necesario explicar la naturaleza del terremoto, las causas y la realidad de la situación existente; no hay que exagerar ni engañar, pues la mentira genera desconfianza y confusión. Eso sí se debe entregar la información que el niño necesite y pueda asumir. En general son ellos quienes nos muestran hasta dónde, preguntando más o cambiando de tema.
Es importante evitar relatos terroríficos o destacar los detalles trágicos. Cuando se trata de la muerte de alguna persona próxima, puede ser que no se atreva a preguntar. Aunque no lo haga, igualmente hay que decírselo.
Que expresen sus sentimientos
No se puede esperar que ante estas situaciones los niños sean “fuertes”. Hay que permitir que lloren o estén tristes y ser tolerantes y comprensivos con sus relatos y la expresión de sus sentimientos. Es un error incentivar al olvido de estas experiencias. Tampoco se les debe instar a hablar o recordar si no lo desean o no lo hacen espontáneamente. A través del dibujo o la escritura ellos pueden expresar cómo se sienten ante lo ocurrido.
Los padres también pueden relatar a sus hijos sus propios sentimientos, contarles cómo manejan sus miedos. Los adultos no están obligados a ocultar su tristeza ante este tipo de situaciones, pero no deben perder el control.

Ofrecer seguridad y confianza

Se debe asegurar un acompañamiento constante a los niños y, especialmente, a los más pequeños y a los más afectados, idealmente por los padres o cuidadores habituales. Si ellos faltan, hay que buscar personas competentes y sensibles que asuman este papel.
Los niños obtienen seguridad de los espacios físicos, en especial, si son conocidos. Si el terremoto destruyó su propio espacio, hay que buscar otro cómodo y seguro donde pueda sentirse tranquilo.
Hay que explicarles repetidamente las medidas de seguridad; qué hacer en caso de réplica, dónde ir, a quién pedir ayuda. Todo esto ayuda a restablecer la confianza del menor en sí mismo.

Restablecer las rutinas cotidianas

Una catástrofe como la vivida cambia las rutinas familiares y relaja las reglas usuales, pero es importante recuperar la cotidianeidad y con ello las responsabilidades familiares.
Permitir que los niños regresen a sus colegios tan pronto como sea posible después del desastre les ayudará a volver a la normalidad y a compartir con sus amigos y profesores sus experiencias. Hay que evitar el ocio y que se mantengan encerrados o aislados. Dar facilidades para que se junten con otros niños y hagan cosas en espacios seguros (el barrio, la plaza, la cancha).
Lo ideal es que la familia permanezca unida. Los niños son especialmente vulnerables a sentimientos de abandono cuando están separados de sus padres.
El proceso de recuperación emocional de los menores que han sido víctimas de un desastre requiere de sensibilidad y paciencia por parte de los padres (a pesar de su afectación personal) y de los maestros. Debe esperarse que la inseguridad, los temores y la aflicción se atenúen lentamente con el tiempo.

•Si presentan trastornos del sueño: tranquilícelos, mantenga los horarios para ir a la cama. Acompáñelos un rato y deje una luz tenue encendida. Acuda si se despierta por completo y asustado por pesadillas. Si lo recuerda al día siguiente, hablen de la causa del temor. Si no se despierta por completo, no lo despierte, pues no lo recordará al día siguiente.
•Ante el apego excesivo (no quieren separarse de los padres o adultos de confianza), permítale la cercanía física y consiéntalo. Prepare al niño cuando haya separación (dónde va, cuándo regresa). Asegúrele compañía.
•Si tiene conductas regresivas (chuparse el dedo, hablar como guagua). No lo rete. Es mejor ignorarlas y distraerlos.
•Si están ansiosos, tranquilícelos, no les trasmita la ansiedad de los adultos. Ofrezca explicaciones claras y sinceras sobre la situación pasada y la presente (evite hacer presunciones sobre el futuro incierto). Explore con el niño estrategias de manejo (respiración, ejercicios, etc.).

Por Mario Valdivia,
psiquiatra de niños y adolescentes.
Adaptación de documentos de OPS-OMS, Colegio de Psicólogos Clínicos de Chile e IASC.

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