No es un misterio que una de las principales dificultades de nuestras ciudades son los desplazamientos por rutas que colapsan con facilidad, generando congestión, retrasos y una mala calidad de vida para sus habitantes.
Concepción y sus comunas aledañas no están ajenas a esta realidad. De hecho, es cada vez más patente la necesidad de trabajar en políticas y potenciar proyectos que modifiquen esta condición.
Hace poco menos de un año, la Cámara Chilena de la Construcción comenzó a levantar la necesidad de que Concepción tuviera un sistema de transporte interconectado, cuyo núcleo fuera un proyecto de metro que uniese y transportase de manera eficiente y segura a pasajeros entre los distintos puntos del Gran Concepción.
El proyecto de metro, que en un comienzo fue desechado de manera categórica por las autoridades de Transportes, fue lentamente cobrando fuerza hasta convertirse en uno de los anuncios presidenciales de la última Cuenta Pública. ¿Cuál fue la razón de este cambio? Las respuestas pueden ser muchas: un buen liderazgo gremial para promoverlo, las necesidades reales de mejorar la conectividad en la zona, una buena estrategia comunicacional, podrían esgrimir algunos. Sin embargo, creo que esta iniciativa apela a emociones más profundas e inconscientes.
La idea de un metro para Concepción se ha transformado en un proyecto transversal de quienes vivimos en la capital regional del Biobío y sus alrededores, cuya ejecución beneficiaría a todos de igual manera, sin colores políticos ni egos personales, pues nos permite fijar el objetivo en el bien común para nuestros vecinos. Se trata de un proyecto que será usado por nuestros hijos y nietos y, por lo mismo, trabajar para él perpetúa la esencia de hacer ciudad.
Este proyecto tiene como principal eje nuestras emociones regionalistas, pues nace desde nosotros. Es un anhelo que tras definir sus estaciones, de decidir si es pertinente que circule por vía aérea o subterránea, o de determinar, incluso, de dónde podrían provenir los recursos para su ejecución, seguirá convocando, reuniendo y proyectándonos porque en esas definiciones y consensos hay una mirada integradora que nos demuestra que podemos ser promotores de nuestras iniciativas y desafíos, y que los enfrentamos en conjunto. El Metro, como una propuesta, debiera invitarnos a proyectar una ciudad conectada con las necesidades de sus habitantes y las oportunidades que el actual sistema de transportes ofrece. Concretar proyectos como este no es tarea de solo algunos, sino de todos.