Cada uno de nosotros es una empresa en sí misma, es decir, un proveedor de propuestas de valor al sistema, a las cuales éste interpreta, atesora y está dispuesto a pagar por ellas mediante remuneraciones periódicas, honorarios u otra forma menos mercantil. Si cada uno de nosotros es una empresa, ¿qué estamos haciendo para que las acciones vayan al alza?
Si nos circunscribimos a la definición de empresa como “conjunto de elementos materiales y humanos que persiguen un fin común y tienen una permanencia en el tiempo” nos queda claro lo que somos como fuente de valor para otros. También nos podemos definir como un holding y no sólo como mono prestadores, en el caso que poseamos una cartera de servicios y clientes, como asesorías, docencia u otro servicio.
Ahora bien, el éxito en las empresas no viene por accidente o fortuna, sino que es el resultado de una estrategia y de una operación acuciosa. Un plan de marketing personal no es muy distinto a lo que ocurre en las compañías, por ello debemos gestionarnos mediante un plan de trabajo, y así no ser conducidos “donde nos lleve el viento” o “como se den las cosas”.
Un verdadero plan implicará un análisis de los entornos, revisar e interpretar los cambios, como éstos conversan con nuestras potencialidades y cómo nos adaptamos aprovechando oportunidades. Es aquí donde el tradicional análisis FODA (Fortalezas, Oportunidades, Debilidades y Amenazas) entra en juego para cada uno como empresa. Así, un cambio tecnológico puede dejar fuera de juego a categorías completas de profesionales si éstos no se adaptan o un nuevo proyecto abre oportunidades riquísimas en aporte de valor para otros.
Debemos comprender que el YO S.A. (o Usted S.A.) implica tener objetivos y metas personales claras (lo cual necesita flexibilidad), y que en función del contexto y realidad particular hay que definir una estrategia de diferenciación para obtener un posicionamiento más próximo al ideal para un segmento laboral determinado.
La fortaleza de marca debe construirse en torno a tres o máximo cinco atributos que sean atesorados en las empresas de mi interés. No podemos construir una parrilla de atributos muy amplia, pues la memoria es selectiva y quien comienza ofreciendo de todo termina siendo bueno en nada. Junto con esto se debe determinar hacia dónde dirigir los esfuerzos comerciales, es decir, a qué segmento del mercado nos enfocaremos; si maneja algún idioma oriental, empresas exportadoras serán un buen target, o si posee competencias financieras, o en marketing digital, implicará objetivos diferentes.
Antes de comenzar a vender hay que conocer el producto, y lo mismo ocurre desde el marketing personal, por lo que el sentido autocrítico es clave en un plan. Hay que solicitar retroalimentación para enfocarse y gestionar sus variables controlables, saber cuánto estará dispuesto a cobrar como un prestador de servicio, en qué etapa del ciclo de vida se encuentra, qué se dice de usted y cómo su aporte se puede transformar en único para el sistema.
Debemos tomar conciencia que todo lo que hacemos el mercado lo interpreta como un signo de valor o anti valor. Ello implica administrarnos como marca y no dejar que la ola nos lleve a cualquier lugar. Recuerde que la suerte existe; pero hay que ayudarla, y que el único lugar donde el éxito está antes que el trabajo es en el diccionario.